diciembre 10, 2011

Arrullo marino

Es impresionante como los juegos de mente recorren las calles, como en cada esquina, y en cada letrero se dibuja un nombre, una sonrisa, una mirada, y hasta en la cola del perro alegre se dibuja una estela que parece estirarse, una espiral ascendente, el pecho también se estira en un suspiro apagado, en un suspiro seco.

Sí, todas las balas del absurdo duelen, pero es el absurdo quien disparó, y el absurdo disparó y disparó, demaciadas veces, y cuando piensas que el absurdo a sido muerto, o al menos retenido por la confianza, ese es el absurdo de nuevo, hiriendo cruelmente, la gente cuando se siente no debería hacerse daño, ni ilucionarse, sino hacer, la vida son acciones y la gente espera mucho, y otros, muy poco.

Camina el caminante, pero ciego, como un borracho, lo que pasa después de beber la botella de vino con lágrimas en el rostro, miras al cielo y no hay nada, un gris inmaculadamente profundo que te invita a voltear el timón, a no seguir por ese camino, a regresar al puerto porque en el mar hay tormentas... Pero mientras alguien toma un tren y decide borrar todo lo bueno y dejar las balas del absurdo "como si fuese una enseñanza de la vida" que paradójicamente no lo es, porque las ilusiones no son vida; Otro mira al otoño lejano y eterno que es el mar, lo mira y quiere abrazarlo, siempre con viento, siempre con lluvia, aunque no hayan nuves el agua cae al mar, agua que no es del cielo, agua benditamente dolorosa, como un desgarro que cada vez se hace más profundo.

Las cosas reales no deberían terminar por cosas irreales. Pero así son las personas, vacíos tormentosos que dañan a los alvatros. Mira al cielo el caminante, parece que va a llover, no tiene paraguas pero tiene su piel.

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Hay que expresar la libertad, de hacer lo que quieras, tal y como quieras, siempre que lo hagas con pasión.