agosto 08, 2010

Rosa Negra

Nadie recordaría aquella fría mañana de octubre como Cristina, los pétalos de las rosas que había estado cuidando durante meses, volaron por las grietas de los cristales rotos de su ventana. Una lagrima broto de sus ojos, cayendo suave por su mejillas hasta llegar a lo más profundo de su doliente alma, ¿hace cuanto? se preguntaba, ¿hace cuanto tiempo que no escucho el palpitar de mi alma mía? el tiempo, como todas las ilusiones se entremezclaban, y el pasado distante parecía ser... el presente moribundo, de aquellos regalos del absurdo, que afligen el alma atormentada, un martes cualquiera ¿por que aún, aquel vago recuerdo permanecía latente?....

El sol entraba por el marco de la sin ventana, se entremezclaban los aromas y los hedores de las memorias guardadas en baúles de sedas robadas, nacidas de un oriente distante, de aquellos viajes a las tierras de Siam, de su difunto padre...

La podredumbre interna, aunque disfrazada con colonias baratas, continuativa afligiendo, como cristales que entrecortaban su corazón a diario. Nada había en el firmamento aquella mañana, ni un ápice de nubes obscuras, así como tampoco había aroma a esperanza; la sonrisa sin embargo, continuaba dibujada en su rostro, como aquella novia que continúa esperando a su novio en la capilla, todos los días en la ciudad de Andalucía.

Sin embargo gota a gota se derramaban las lágrimas dentro.

Se levanto con el rostro impertérrito, como el de alguien que se oculta tras capas de maquillaje y vestidos de hilos egipcios, camino por el largo pasillo descalza, mirando en la lejanía de las ventanas de su alma el palpitar de momentos deseados y ofuscados por el sin hacer. Cada cosa parecía estar en su lugar, sin embargo en un caos, en un desorden tal, que llegaba a dar miedo, si quizás los simientes de su habitar se derrumbaban sobre ella, o aniquilaban todo lo que estaba en su alrededor… entro luego, a la cocina, y desvergonzadamente hurto una botella de whisky de 18 años, de la cual bebió desde la boca de esta misma... en realidad, aquel hurto era más bien simbólico, la botella, estaba allí hace años, añejando las memorias de la mano que la vertía sobre un vaso… y que de un momento a otro desapareció de su haber

Camino entonces hacia el balcón y abrazando el aire, descendió a lo más profundo, comprendiendo que el absurdo, hiere mucho más que lo real.

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