septiembre 03, 2011

ecos bajo el mar

Susitaba el espasmo un momento diafano de tertulias bajo el agua, cuando las personas, abajo, donde no llegaga la luz alvergaban en sus corazones un sentimiento de miedo y culpa, sabían que algo trájico y lúgubre se estaba hilvanando al otro lado del río, sabían lo que se veía venir pero no hacían nada, no hacían nada en sus pequeños mundos, aislados de cualquier contacto humano...mientras, más allá, en las autenticas tinieblas, habitaban las luciernagas.


Encontrarse es mucho más difícil de lo que parece, no os dijeron lo mucho que se marchitaría el corazón, no mencionó que los que vivían "felices" ya no lo tenían, y ese era su medio, tomar dosis de felicidad diaria basada en deseos que se sentían incapaces de cumplir; una torre de cartas de mil metros derrumbandose, un salto al vacío, deliciosa caída, predilecto suplicio.



En la oscuridad brillan las ideas, vibran como cuerdas de guitarra, en la oscuridad se derriten los sueños y toman mejor consistencia, una consistencia casi palpable, anhelable, y a al vez insoslayable; ese era la promesa, la promesa efímera, de poder alcazar todo lo que se espera, y en las urbes los demonios vivían como ángeles, felices y albergando deseos carentes totales de empatía y sentimientos, y en cada esquina un vagabundo que perdió el camino, el camino a la decadencia, y todos los días se pregunta por que no eligió estingirse lentamente, como todos,  tomó un camino símil y se irigió un castillo, un castillo que tiñó sus paredes de prejuicios, como una coraza impenetrable, y al otro lado seguían bailando las luciernagas, y había un hombre que caminaba junto a ellas, caminaba sin sentirse, pero sintiendolo todo, entendía mejor que nadie el corazón por que tenía uno; lleno de remordimientos; él también se había erigido un castillo, un castillo de sueños y de promesas, promesas a un corazón, que no era ajeno, sino era el suyo propio, y por eso que, mientras subía ya se estaba incendiando, subía pensando que desde la cima todo se vería más hermoso, pero al llegar a la cima vio la ciudad en llamas, y todos los hombres como gigantes, que veían a todos hacía abajo, pero a la vez eran enanos y todo les era inalcanzable...


E inalterable la ciudad permaneció pereciendo lentamente hasta que los lazos extinguió, ya nadie tocaba música en la ciudad de dios. 



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