octubre 08, 2012

Intructivo de viajantes

-El odio tiene raíces diferentes y es casi tan intenso como la vida misma.
-¿A qué te refieres? Dices que el odio es más intenso que la vida.
-No más, casi, sólo casi, nace del orgullo, nace de la pasión, nace del amor, en sí el odio es eso, amor, pero marchito, algo así como cuando se pudre una frutilla y pasa de ser hermosa y dulce, a marchita y seca, como el corazón de mucha gente. Así es, salvaje, como la vida misma, pero esta está llena de pasión, y la pasión le gana al odio, como el fuego es inextinguible cuando se puede extender con total libertad.(...)


La orientación de la subrealidad suele dejar a los viajantes exsahustos, se erigen templos viciosos y socegados por un velo nocturno, y de pronto esos velos se rompen, como una copa de vino que se resvala por los dedos, se rompe y genera un sonido sordo, se rompe y te cortas la mano con el cristal; así, es normal refugiarse en la subrealidad, el subterfugio seco de los viajantes, tan seco que denota su falsedad, su erección de dioses paganos, su grotezca noción de saberse más falsos que la mentira.

La virtualidad suavizada de la tenue aparición de fantasmas nocturnos le generaban un insomnio y la fatalidad poco plausible de temerle a las pesadillas, una certeza que cae como una gota de sudor frío por su espalda le hace estremecerse, y es entonces cuando la irrealidad se le meten en las tripas, como polillas comiéndose el torrente, ahí es cuando nace algo sutil muy parecido a la desolación, misma desolación que luego lo levantan, lo erigen como un cóndor que se sabe rey de los ándes, no siente más que la poco reciproca sensación de mirar las actividades huamanas con unos ojos propios de un viajante que ha renunciado a un viaje, o que ha naufragado para ser viento. Algo que lejos de ser Libertad es una trampa, pero al saberlo trampa el viajante sabe eludirlo, pero aún así lo enfrenta, sabe más de lo que debería y lo sabe por que mira las cosas a través de un prisma invisible, que le permite ver más allá de las miradas paseantes, como las chispas en los ojos propias de la lujuria; se pierden no obstante, apresurizaciones y otras cosas útiles y hermosas como un atardecer de primavera, se pierden así mismo, también, cosas inútiles, como ojos que se pierden en una imagen y le impiden volar con seguridad.


El viajante, Rey de los Andes, no está atado al cielo como creen los paseantes, todos saben bien que los viajantes no están atados a sus viajes, es como decir que se puede estar atado a la libertad, como si nunca estar satisfecho fuera una cárcel, y no lo es mientras se es viajante, llega un momento, no obstante, cuando el viajante se sienta, contempla el cielo, y sonríe sólo, se reconcilia con partes de si mismo y entonces ya no está seguro si es viajante, ahora es más libre que nunca porque se ha encontrado. Algo que lejos de ser Libertad es una trampa, el viajante lo sabe, como quienes van a los cementerios saben que sus parientes están muertos, como quien besa con la noción de que ése podrá ser su último beso, como quien ama sabiendo que sólo se ama dos veces en la vida. 

En esas deribaciones de pierden los viajantes, pasan de una trampa en otra, como armando y desarmando rompecabezas que cambian de forma, como intentando decifrar lo indecifrable, como intentando atrapar el viento con palabras, como intentar nadar en el mar sin mojarse, y tocar las brasas sin quemarse; así son los viajantes, pequeños misterios, repartidos por el mundo, enigmas que jamás podrías entender.
Tengo el plácer de conocer algunos...

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cualquier parecido con la realidad, o con persona viva o muerta, No es una Coincidencia, las coincidencias, no existen.



Hay que expresar la libertad, de hacer lo que quieras, tal y como quieras, siempre que lo hagas con pasión.