La tonada del tenor.

Sucumbía el tenor su temor por las tonadas moribundas, y el cielo nocturno opacaba su grito seco ahogado por vasos de amargura embriagante. Cada palabra sospechaba un dejo de locura con una cierta dulzura ácida, cada sentimiento brotado de su corazón vagabundo era una nota oscura en lo grisáceo de su panorama, so pena de una tortura fatídica precederá, sin embargo él continuaba hilvanando las mismas tonadas decadentes de siempre, dentro de su corazón se oía la embestida de toros en furia, en una lucha constante de severa persistencia...

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¿Que sera lo que depara el viento a las cenizas? ¿en su vuelo constante hacia destinos marchitos?

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Cada cosa en su lugar y por lo tanto en caótico desorden... todo a la vista, ordenado y pulcro pero debajo de la cama la seguidilla de rastros y raíces en lúgubre podredumbre. Nada más seriamente dañado que un hombre que cree todo poseer estando en un soporoso vació.

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Los puntos, muy alejados unos de otros, trataban de cerrar las heridas intrínsecas a su marchites... todo tan lejano, todo tan cercano. El alimento de un rey no sirve cuando el ratón digirió su propio estomago.

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el sentimiento plural en autentica decadencia cuando los castillos de naipes se ven derribados por el propio viento, cada frase balas del absurdo atravesando el alma del joven inhóspito, de la pasa marchita de su fragmentada piel, con el corazón intacto pero con las encías sangrantes de tanto roer.

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Y el temor del tenor se desvanece, cuando descubre los surcos de su propia piel.