febrero 19, 2013

Nantes.

Y cómo entenderán las sombras que las cicatrices siempre duelen, incluso las blancas que parecen ecos ahogados por el licor. Dolorosos pasares en penumbras, pero llenos de luz, llenos de dicha, pero ahí es donde las sombras mejor se esconden y mejor interpretan su papel. Dos caras, mil silencios, y algo profundo y olvidado que se perdió, en el tiempo antes del tiempo, allá donde las sombras eran ficción.

Sucumben los pesares, almidonados en terciopelos de imitación, como los gatos de viento que se pierden en los pasadizos y parecen fantasmas que nadie ve, así mismo las paredes etéreas aprisionan cárceles de sal y sangre. Lo que no se entiende no se ve, pero tampoco se disfraza, el caos no necesita disfraces y aunque el sol no toque a las sombras, saben esconderse y saben presionar a distancia, con agarrotados dedos vociferando nociones pérfidas de irrealidades desteñidas.

Nociones desmedidas de un invierno temprano, de nieves milenarias y silencios ensordecedores, eso es lo que beben los viajantes.

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Hay que expresar la libertad, de hacer lo que quieras, tal y como quieras, siempre que lo hagas con pasión.